6.8.09

Los Zapatos

Así le llamaban a los primos esos que vivían en el rancho por Aguascalientes. Los Zapatos. Aún no sé porque, pero imagino que fue porque cuando un poco tiempo después de la revolución el abuelo Guadalupe, cansado de dar explicaciones se dejó un bigote a la "Zapata", y bueno, pues de ahi hasta la fecha siguen siendo los Zapatos.

No los vemos con frecuencia, una vez cada dos años creo yo. Sin embargo no siempre fue así, de hecho una de las mejores épocas que ha pasado en mi vida fue con los Zapatos, ese verano en que Matilda cumplio 16 años y me enseño por primera vez como se sienten en las manos un par de tetas.

No es por presumir, pero fue uno de esos momentos en los que sientes como todo el público en el estadio se levanta y aplaude de pie, y tu ahí, con las manos en la piel, sintiendo el pezón justo en el mero centro de la palma de la mano. No sabes si debes mover la mano, no quieres mover la mano, vamos no quieres ni respirar.

Matilda tenía dos años mas que yo y la última vez que la había visto antes de esas vacaciones fue en la navidad tres años antes. La imagen que viene a la mente inmediatamente, es la de abrir la caja con el sueter que mi abuela, su tia abuela en segundo grado, le había hecho y que al ponerselo, dado que la abuela no se acordaba muy bien de la talla de su sobrina nieta, le quedó tan entallado que, las hasta ese momento imperceptibles pequeñas protuberancias del pecho, tomaron vida como un vampiro que acaba de drenar a una virgen. Por supuesto nadie en el cuarto paro reparo y mi tierna edad no llevó a nadie tampoco a reparar en como casi se me salen los ojos.

Esa noche, la de aquella navidad, nos mandaron a dormir juntos, a Matilda y a mi, como a eso de las 11 de la noche y yo soñaba con poder abrazarla un poco antes de dormir. Inocente de mi, Matilda se subió a la cama, la nombró su territorio y me hizo ver claramente mi suerte. Dormir en el sofá. No hubo nada que hacer. A la mañana siguiente desperté y los Zapatos ya se habían ido, pues el papá de Matilda tenía que abrir su tienda el 26 y nunca le gustaba llegar a su casa justo la noche anterior a un día de trabajo.

Tres años después, una llamada teléfonica me puso en un autobus, con una maleta con ropa para quince días, un número de teléfono en la mano, e instrucciones muy precisas de marcar a casa justo cuando hubiera llegado con los Zapatos.

Me bajé del camión y no iba pensando en Matilda, la verdad, iba pensando en la vida de rancho, en vacas y en el campo. Suficientes problemas había tenido los últimos días en la escuela, con todo ese escandalo del exámen de matemáticas robado, como para que mi mente tuviera tiempo de entretenerse pensando en tonterías. No que fueran tonterías, pero no me ocupaban tanto el pensamiento las niñas, aún cuando comenzaban a ocupar mas tiempo en el procesador central, todavía estaban algo detrás de los modelos para armar, o de las aventuras de Axel, explorador del centro de la tierra.

Mi tía me había ido a recoger a la central y todo el camino me fue platicando de como el precio de la carne estaba por los cielos y de cuan afortunados eramos nosotros en la ciudad donde solo con caminar al super teníamos acceso a productos de Europa y nimiedades por el estilo. Por la ventana desfilaban árboles, pájaros, cercas de alambre, postes de luz, gente en bicicleta, muros de adobe, y mas tarde nubes y gotas de agua. Tuvimos que correr desde donde el auto se atascó en el lodo hasta la puerta de la entrada y llegamos hechos una sopa. Bueno así decíamos cuando te mojabas mucho, una frase de mi madre creo.

Matilda no apareció en escena sino hasta unos cuantos días antes de que me regresara yo a México y la verdad es que ni siquiera había reparado en su ausencia en ese tiempo, vacas, puercos, campos abiertos, maizales, cultivos de papa, fabricación de quesos y un sinúmero de cosas mas me habían mantenido ocupado.

Matilda venía llegando de su campamento en Estados Unidos, cargada de chocolates y dulces que no se vendían en México y también, para mi buena fortuna, unas ganas locas de enseñarle a alguien todo lo que había aprendido en el campamento.

Las lecciones comenzaron con un beso. Me llevó detrás del establo, me pregunto si había besado yo a alguna niña ya, y ante mi respuesta negativa me preguntó si me interesaba. Yo le dije que lo había pensado y que hasta se lo había pedido a una niña de nombre Georgina en la escuela, pero que la reacción a la pregunta no había sido la esperada. Y entonces jsuto cuando iba a entrar en detalles de como georgina no solo había dicho que no, sino que había comenzado un rumor en la ... chomp, silencio, los labios, la saliva caliente y la lengua juguetona de Matilda me dejaron callado. El beso duró unos 15 segundos, y después la conversación siguio como si nada. Bueno, no siguió, Matilda me comenzó a platicar de como en Estados Unidos las cosas eran diferentes, de las cosas que las niñas de su campamento le platicaban y yo no podía dejar de pensar que 15 segundos no habían sido en absoluto suficientes. Asi que me lancé al segundo beso, otros quince segundos. Matilda, una vez terminado el beso dijo, creo que es suficiente por el dia de hoy, y sin aceptar ninguna otra opción se alejó rumbo a la casa mientras yo me quedé a contemplar los caballos y los reflejos del cielo en sus ojos y a esperar que se me bajara la tremenda erección que traía puesta.

El día del regreso mi camión salía a las 8 de la mañana, y según la tradición de todo rancho, la vida comenzaba a las 5 de la mañana, asi que bien podía ayudar un poco a ordeñar vacas antes de irme y después tomar un regaderazo con agua bien fría antes de regresar a la ciudad. El horario, tristemente, prevenía cualquier posible re-encuentro con Matilda, quién ahora poblaba todos mis pensamientos, cada minuto libre lo dedicaba a intentar evocar la sensación de sus labios sobre los mios, dejaba que se me llenara la boca de saliva e imaginaba que era la suya, y que se escurría por los costados de nuestras bocas en besos que imaginaba eternos. La cena la noche anterior transcurrió tranquila, los Zapatos discutían como habían ido las cosas en la tienda ese día, preparaban quesos y comida del rancho para que le llevara yo a mi familia, y Matilda sentada enfrente de mi sonreía picaramente, o quiero imaginar que si no, al menos sonreía para sus adentros, porque ella ya sabía lo que iba a suceder.

La puerta del cuarto se abrió a las cuatro de la mañana, pero yo ni me di cuenta, estaba en el mas profundo de los sueños. Me desperte de un pequeño beso en la mejilla, situación que me alteró porque se supone que el encargado de despertarme ese día iba a ser el señor Zapato, pero la confusión no duró y sin decir ni una sola palabra Matilda y yo nos adentramos en uno de esos besos perfectos, llenos de pasión, saliva y lengua. Por momentos nos deteníamos para vernos a los ojos, pero la verdad es que solo queríamos seguir besandonos. Y así, se nos fue el tiempo, faltaban diez minutos para las cinco de la mañana y fue entonces cuando sucedió. Matilda me preguntó que si quería tocarle los senos. No tuve que responder nada, mis ojos se iluminaron y Matilda interpretó la luz como un si. Tomó mis manos por las muñecas con sus manos, las llevó al borde inferior de su camisón, las pasó detras de la tela y las elevó lentamente hasta llevarlas a posarse sobre la delicada piel de sus pechos. Mis dedos se sentían sobrecogidos por la intensidad del estímulo, las yemas de los dedos parecían estar compuestas de miles de diminutos poros, todos ansiosos por absorber hasta el último detalle de ese par de tetas majestuoso. Los pezones se apoyaban en el centro de mis palmas, el paraiso, el nirvana, el olimpo, todos esos lugares se quedaban cortos, comparados con los senos de Matilda.

Se cerró la puerta y se abrió cinco minutos mas tarde, esta vez mi tío, quien me dijo que me esperaba en la cocina para tomar un café y comenzar el día. Mi día, afortunadamente, ya había comenzado.

5 comentarios:

Eva dijo...

Este post fue como un flashback a los primeros días de éste blog. ¡Que bueno leer a ese verde de vuelta!

La Blu dijo...

Oh.

La ciudad ha cambiado.

Las primas no.

:)

Anónimo dijo...

Existen los Zapatos Stern?

María dijo...

que buen post, escribes muy bien.

AlexB dijo...

Fantástico post.

A todos, supongo, nos vienen recuerdos de besos cachondos con alguna prima...

Y esos primeros pechos!

Qué buen post!