Todas la mañanas llevo a mis hijas al kinder (ya tengo dos hijas). El kinder queda cerca de mi casa por lo que las llevo en una carreola doble. Ya podriamos irnos caminando todos, pero siempre salimos de la casa como 5 minutos antes de que suene el timbre y no alcanzaríamos a llegar. Y no me quiero despertar más temprano. El asunto es que mi hija la mayor, y ahora la menor por imitación, saludan a cuanta persona se les cruza en el camino. ¡Hola! ¡Hola!. Y casi todo el mundo saluda de regreso. Y es un buen momento en el mundo.
Algo que sucede que es simpático es ver mis prejuicios salir adelante, ¿a quién no saludaría yo?, y casi siempre es una especie de no llamar la atención, no que haya nada por lo que llamar la atención, soy el ñor que sale en bermudas y playeras con monitos a llevar a sus hijas al kinder, pero la idea de fondo es que el no llamar la atención facilitaría que alguien con "no tan buenas intenciones" apunte sus intenciones a otro lado.
Pero mis hijas no tienen tantos filtros como yo, y saludan a todo el mundo, y me sorprende que hay muchas personas que no pasan mis filtros y que asumo no saludarían ni a su propia familia, que amablemente regresan el saludo y sonríen. Me gusta pensar que el encuentro random con alguien que te saluda en la mañana solo porque si es también un buen momento en su día.
Hay una avalancha de meditación sobre estos pequeños detalles todos los días. Quizá luego regrese a hablar más de esos temas. Hoy solo vengo a decir ¡Hola! a ver a quién se le alegra el día.
1 comentario:
Hola que tal, acabo de encontrar tu blog porque la direccion es similar a la mia jajaja. Me gusta creer que hay razones por las cuales sonreir todos los días más allá de las tormentas que pueden venir.
Me alegra ver que no soy la única a la que un detalle como un ¡Hola! de niñas pequeñas, nos generen cosas preciosas.
Éxito y un gustazo!
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