Seguimos con la temporada de caza, aunque los patos no caen con frecuencia y algunos son mas jugosos que otros, no nos detendremos hasta que los 10 patos estén en el asador.
Antes de entrar a la prepa y desde ciertos lugares de la infancia mi intención era ser Ingeniero Químico. Ingeniero porque mi papá es ingeniero asi que había el efecto herencia renombre, lo único que conocía yo en aquel entonces, y químico porque la química era la base de todo. Entender como estaban hechas las cosas era algo que me atraía enormemente. Pero todo eso era un tanto cuánto fantasía.
Después, y gracias a que nunca tuve ningún profesor decente de química me desencanté de la materia, no era lo que yo había contruido en mi mente y para eso de quinto de prepa había un serio hueco en mi futuro.
En paralelo a todo esto la materia que mas me llamaba, que mas entendía y para la que puedo pensar que tenía yo algo de facilidad eran las matemáticas.
Llegó entonces el momento de acercarse a la toma de decisiones, escoger un área, ir pensando que onda. Y de cierto modo providencial, o circunstancial, el profesor encargado de orientacion vocacional era particularmente convincente, mas bien elocuente y lo que explicó, que de cierto modo ahora pienso no era del todo correcto fue lo siguiente:
Son ustedes un grupo privilegiado, educados muy por arriba del promedio nacional, ¿Qué entonces, piensan hacer por el país? Y a continuación expuso lo que en su visión y de cierto modo la mia en aquella época eran las grandes deficiencias del país.
Resulta que el gran lastre mexicano era el campo (ahora que lo pienso, si lo es, pero lo esporque deberíamos de haber sido un país forestal, no uno que siembra maiz) y que después de ello lo que se necesitaba era que el pais fuese saludable, para producir, y mas atrás venían otras muchas cosas.
Así que la lista en mi mente se convirtió en tres opciones: Estudiar ingeniería agronoma, medicina, o de plano ir por el camino mas obscuro y estudiar matemáticas. Dado que ingeniería agronoma no era una de las carreras cercanas a donde yo vivía y en aquella época aun no me daban ansias de partir de casa y a que matemáticas era poco "social" la tirada fue lanzarse sobre Medicina, para el regocijo de propios y extraños.
Los primeros años en la Facultad fueron hermosos, cantidad de conocimiento, detalles de estructura y función de los organos, niveles bioquímicos de sofisticación, una base sólida de conocimiento sobre la cuál se erige el quehacer médico.
Pero luego comenzó la tragedia, o bueno, no la tragedia, pero si la caida. Muchos compañeros empezaron a buscar hacer rondas en hospitales, se les quemaban las manos por ir a ver pacientes, por conocer y explorar todos los signos y síntomas que pudiesen encontrar. Pero yo no, no me sentía del todo preparado, me percibía falto de conocimeinto y la interacción con los pacientes no me hacía sentir cómodo.
En aquellas épocas además, el mundo se abría ante mi, descubrí el cine, descubrí la universidad, en fin, una vida entera muy diferente a mi vida hasta entonces. No tenía ganas de gastarla metido en un hospital sintiendome inadecuado y ninguneado por todo el personal. Supongo que lo peor de todo era escuchar a mis compañeras, las cuales al recibir toda la atención de los residentes (que vivían/viven) encerrados como perros platicaban de como habían asistido a una primera cirugía o de como habían palpado su primera próstata.
Ese conflicto entre la ciencia que daba forma a la medicina y el ejercicio de la medicina solo se incremento cuando me enfrenté a la piramide militar de la disciplina médica, yo que pensaba que el conocimiento era reinante y no la antiguedad me vi seriamente a disgusto con autoridades que me parecían impuestas y que no se basaban en el libre intercambio del conocimiento en pro de la mejor salud de los pacientes.
Pero yo pensaba que todo eso sería pasajero, que con el tiempo me habituaría al contacto con los pacientes, que eventualmente el conocimiento jugaría un papel mas preponderante, una vez dentro de las estructuras jerárquicas. Y así fue pasando el tiempo, avanzaba yo dentro del sistema hospitalario pensando que pronto llegaría el momento en el que me sentiría perfectamente a gusto jugando el papel del doctor.
Sin embargo dos conflictos muy serios me perseguían. El primero era el del médico-vampiro. La necesidad de la existencia de los enfermos para poder ganarse la vida. Escuchar a alguien desear que se presentase algún paciente con una vesícula llena de piedras, para poder pagar el último modélo de auto, o esperar con ansia la llegada de un nuevo caso raro, el paciente que sufre para el gozo académico del médico me provocaba conflicto. La idea en mi mente era evitar el sufrimiento, y aunque el sufrimiento es al parecer inevitable, desearlo al azar para poder seguir trabajando me conflictuaba. Puede que sea una falsa dicotomía y que la mejor manera de abordarla sea otra, pero el pensamiento me ronda aún hoy en día.
El segundo conflicto es el del complejo de Dios. Lease, dado que aún hay muchas variables incomprendidas y muchos huecos en el conocimiento, hay muchos padecimientos que no tienen cura o que no tienen una buena salida, por mas que uno quiera lo contrario. Asi que parte de ser un buen médico radica en dulcificar la verdad, y en algunos casos mentir abiertamente. Nadie quiere un cancer de pancreas, pero el día que diagnosticas uno y alguien te pregunta si se va a salvar el paciente, sabes que con todo y las exepciones, lo mas probble es que si tu respuesta es no, termines estando en lo correcto.
Todas esas cosas me rondaban la mente y a ellas se aunaron la frustración de no tener el vocabulario adecuado para establecer un entendimiento con los pacientes. Yo hablo de proteinas como maquinarias moleculares y ellos entienden bistek (no todos y no quiero ser condecendiente, pero si lo suficiente como para que fuese frustrante para mi). Y asi sin diálogo entre médico y enfermo yo me sentía incapaz de franquear la barrera.
Eventualmente y después de intentar probarme a mi mismo que el tiempo haría que todas mis dudas se desvanecieran, me convencí que ver pacientes no era lo mío. Entonces la duda vino, ¿que era lo mío? Durante mucho tiempo dudé. Dudé si seguir el camino y dejar que la inercia hiciera lo suyo. Terminar de cardiólogo y ya. O quizá ser patólogo, no tanto contacto con los pacientes. Por momentos creo que podría haber sido forense, tristemente en México ser forense no es vida.
Asi, después de lidiar con las dudas al terminar mi servicio social regresé a la ciudad de México y me inscribí al examén para el Doctorado en Ciencias Biomédicas. Desde entonces mis frustraciones han cambiado, tienen otros nombres y otras causas, pero el gozo asociado con los pocos triunfos, esos momentos en los que puedes decir ¡Si! y brincar de felicidad porque has entendido algo que hasta entonces no se entendía o has conquistado un pequeño problemame resultan mas placenteros que lidiar con diabéticos que han perdido su segundo pie a una gangrena que no les duele, quizá me faltó conocer al diabético que nunca pierde la pierna.
Pero aún en mis mejores momentos al interior de la médicina clínica, la barrera que existe entre mi conocimiento y la capacidad de aplicarlo de un modo que le sirva al paciente fue siempre mas frustrante que el peor de los peores meses en el laboratorio.
2 comentarios:
Mira tu que interesante, otro cantar hubiera sido y no pondrias cara de fuchi cuando te cuento de tener una granja :P
Me has hecho recordar muchas cosas al leer tu post.
Creo que todos nos damos cuenta con ayuda del tiempo (y de nuestras ideas) en donde nos corresponde estar.
Biomedicina... me recuerda cuando veia Bioquimica en la escuela.
Por Cierto buen experimento, te felicito
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