El 2020 se despertó a un evento histórico, una pandemia por un virus respiratorio nuevo. La humanidad completa parece susceptible y algunas características de la infección la hacen difícil de controlar a nivel poblacional:
En primer lugar los infectados son contagiosos antes de presentar síntomas que los identifican como infectados, en segundo lugar, el desenlace de la enfermedad es altamente variable desde cuadros leves hasta la muerte y la tasa de contagio es importante, cada enfermo es capaz de contagiar a 3 o cuatro individuos en promedio aunque están detectados algunos superdispersores que contagian a cientos de personas directamente.
Cualquier publicación contemporanea a este post entrará en suficientes detalles sobre la situación.
La única respuesta efectiva por el momento es intentar no contagiarse. Si de algún modo todos lograramos no contagiarnos la pandemia se extinguiría, pero eso no se ve realista a estas alturas del partido. Aún así la mejor estrategia es intentar retrasar en lo más posible la infección.
En ese sentido, retrasar lo más posible la infección me recordó un experimento de ciencia muy famoso: El experimento de los malvaviscos en Standford.
El experimento consistía en observar la capacidad de los niños para retrasar la gratificación con la promesa de que la recompensa en el futuro era mejor que la recompensa en el presente. Para la ejecución del experimento se les platicó a los participantes, todos ellos niños de menos de 5 años (creo, estoy recordando y parafraseando, si se quieren clavar en la textura busquen el estudio), que les iban a dar un malvavisco y que si querían se lo podían comer, pero que si podían esperarse cinco minutos antes de comerse el malvavisco les darían dos.
Algunos niños se comían el malvavisco inmediatamente, otros intentaban aguantar, pero sucumbían tras algunos minutos y finalmente otros niños conseguían esperarse los cinco minutos y se comían dos malvaviscos al final.
Los investigadores crearon una cohorte de seguimiento para observar como se desempeñaban los niños en el futuro respecto a su desempeño académico y a su calidad de vida y se observó que aquellos niños que habían podido aguantar los cinco minutos y que se habían comido los dos malvaviscos tenían el mejor desempeño y la mejor calidad de vida, y que existía una correlación entre la capacidad para retrasar la gratificación y obtener mejores recompensas en la vida, los niños que aguantaban 4 minutos parecían tener mejores desenlaces que los que aguantaban 3 y estos que los que aguantaban 2 y así.
Tradicionalmente estos resultados se han interpretado como que un pobre control de impulsos impide reflexionar sobre las consecuencias de los actos a largo plazo y le crea un peso infinito a los objetos en el presente por lo que todas las decisiones maximizan la recompensa en el presente y no la recompensa en el futuro. Un chocolate ahorita es mejor siempre que dos en el futuro, y un chocolate ahorita también es mejor no tener diabetes en el futuro y así.
Otra interpretación es que los niños que venían de ambientes en donde había suficiente estabilidad como para "creer" en el futuro podían tener confianza en el futuro y aguantar, mientras que aquellos que venían de ambientes inestables donde el futuro siempre es incierto no tenían manera de saber que el futuro podía tener recompensas reales y en esos casos solo el presente era válido.
Independientemente de los motivos por los que algunos individuos tienen capacidad para retrasar la gratificación, el poder retrasar la gratificación permite tomar decisiones con impactos distintos: Gastarse todo en una peda, o ahorrar para comprar un automóvil y tener un mejor alcance para el negocio, etc.
Reflexiono sobre esto porque en este momento la humanidad entera está sometida al experimento del malvavisco.
Se le pide a todos que retrasemos la gratificación inmediata del contacto social, de las reuniones, de las actividades deportivas y de muchas otras cosas, a cambio de la posibilidad de tener una mejor vida en el futuro donde tendremos nuevamente todo eso, pero en un ambiente nuevamente seguro. Esta seguridad vendrá ya se con una vacuna, o con unos mejores tratamientos médicos, o con mejores pruebas de detección, o con alguna otra cosa. Un malvavisco adicional en el futuro.
Todos los días vemos personas que, ya sea por su pobre control de impulsos, o por su desconfianza histórica por el futuro, salen a conseguir lo que perciben como el malvavisco del presente, lo único que vale la pena y tiene peso en sus decisiones. Por otra parte estarán los que intenten aguantar y aguantarán lo más que puedan, pero quién sabe si logren esperar hasta que les toque el segundo malvavisco. Aún así, mientras más logren aguantar mayores serán sus recompensas (el mundo tendrá mejor experiencia). Y finalmente estarán los que logren aguantar hasta que les repartan el segundo malvavisco, una vacuna o un tratamiento eficaz.
A diferencia del experimento (desde el diseño), el segundo malvavisco no está garantizado por default (tal y como pudiera parecer para algunos de los niños participantes), solo podemos creer que existirá.
Yo creo que habrá un segundo malvavisco al final de la larga espera. La larga espera tiene cara de ser una de 2 o 3 años. El tiempo nos proveerá con la respuesta real al más grande experimento de malvaviscos de la humanidad.